El cooperativismo
es una forma diferente de gestionar la empresa, más inclusiva (entendida como más
participativa) y humanista, sin duda adelantada a su tiempo pues, cuestiona la
esencia de la empresa de capital que, como recientemente afirmaba
“Financial Times”, un referente del sistema, necesita ser “reseteado”.
En
este contexto, el cooperativismo surge como alternativa, con unos valores mundialmente
compartidos. Tiene, curiosamente en mi opinión, el RETO de afrontar el
futuro abriéndose y “mezclándose” más con su entorno empresarial y social y la
OPORTUNIDAD de aportar valores participativos y colaborativos, sin
complejos, pues se han convertido en una de las claves de la competitividad
empresarial en la era digital (Gartner dice "...que la innovación digital sólo puede llegar en un entorno de colaboración).
No cabe duda, que la aceleración
de los cambios impulsados por la irrupción de las tecnologías digitales y su
capacidad para conectar con los consumidores y usuarios desde múltiples puntos
y en todo momento, está acelerando los procesos empresariales y provocando la
necesidad de crear entornos colaborativos por parte de las empresas. Ni
siquiera las grandes empresas se atreven a desarrollar estrategias pensando
sólo en sus propias fuerzas. Como dice Enmanuel Faber, presidente de DANONE,
es el momento de apostar por una empresa más eficiente y colaborativa.
Actualmente, hasta en el desarrollo de negocios y en la innovación, base de la
supervivencia empresarial, se impone esta lógica, generalizándose la “open
innovation”.
Es un trayecto donde las empresas
deberán poner énfasis en desaprender los viejos conceptos de competencia
individual. La revolución tecnológica obliga a concebir la empresa como un
ecosistema en el que proveedores, clientes y trabajadores, así como
competidores, colaboran en la co-creación de productos y servicios, abandonando
su suficiencia individualista tradicional. Ahora bien, es una forma
innovadora de entender la cooperación, que también tiene que actualizar e
interiorizar el cooperativismo, abriéndose a colaborar y cooperar fuera del
sector.
La
nueva forma de cooperar se basa en la diferencia, no en la homogeneidad, lo
cual choca, precisamente, con la tradicional tendencia del cooperativismo a
encerrarse frente al exterior con el fin de proteger sus valores y esencias.
Esto le lleva a cierto aislamiento de su entorno empresarial y social y con
mucha frecuencia a mirar solo al interior para resolver sus problemas y
carencias. En el actual entorno de complejidad, aceleración e incertidumbre,
actuar de esa forma lo empobrece, lo hace más lento y menos competitivo,
situándolo al margen de las tendencias de futuro. Esto explicaría por qué a
pesar de que la digitalización requiere valores participativos, el
cooperativismo sigue teniendo poca influencia en los nuevos modelos de negocio
y gestión que están surgiendo.
Afrontar este reto
es fundamental y aquí, las organizaciones cooperativas, universidades,
asociaciones y foros que lo apoyan, deben asumir un papel ejemplarizante liderando
esta apertura para mezclarse. Me ha gustado la campaña #cooperarsuma que sigue realizando
CONCOVAL, va en la dirección de abrirse
al exterior pero sigue sin mezclarse. Por ejemplo, creo que no ha habido nadie externo
al mundo cooperativo que haya dejado su testimonio sobre el cooperativismo.
Precisamente, alcanzar este reto, es la
gran oportunidad que se le plantea. Al igual que es insostenible la
aberrante “obsolescencia programada”, en un planeta de recursos muy limitados,
también lo es la insaciable sed de dividendos de los fondos de inversión y
empresas de capital. Están llevando a un incremento insostenible de la
desigualdad y al conflicto social (lo denuncia Financial Times como he señalado).
El cooperativismo es una
alternativa que tiene mucho que aportar con sus valores humanistas tanto
las cooperativas de trabajo asociado,
donde el trabajo se iguala al capital evitando la desigualdad, como las cooperativas agrarias
protegiendo a los pequeños agricultores de los abusos de la gran distribución, las cooperativas de vivienda haciendo frente a la
carestía habitacional con proyectos colectivos y, últimamente, la aparición de nuevas
cooperativas de consumo donde los consumidores están cada vez más
preocupados por un consumo responsable, saludable y sostenible.
En una época de disrupción como
la actual, donde se habla de cambio de época, es más conveniente traer el
futuro a la agenda del presente que apoyarse en el pasado para orientarse hacia
el futuro. Hace poco también lo
comentaba con el mundo sindical. Sin embargo, no está de más recordar que ambos
surgen con la revolución industrial y como una respuesta de los trabajadores,
agricultores y consumidores para hacer frente a las desigualdades y la carestía
de la vida.
Ahora bien, sin olvidar ese
origen que es la base de sus valores y principios, para aprovechar la
oportunidad, tenemos que zambullirnos en la transformación digital
(Digitalización + Cambio de Cultura). No podemos pensar en resolver ni un
problema sin hacerlo desde la perspectiva de las tecnologías digitales y, cómo
éstas pueden contribuir a su solución.
La buenísima noticia es
que, en ese camino, el cooperativismo lleva en su ADN los valores de la
participación y la democracia económica que son algunas de las claves de ese
futuro dominado por las tecnologías digitales. Ahí, es más necesario que nunca,
crear espacios de colaboración y cooperación (ecosistemas) para, primero,
subsistir como empresas y, luego, evitar que se produzcan las desigualdades y
carestías que, en la revolución industrial, dieron lugar a abusos y
sufrimientos de la gente.
En definitiva, el cooperativismo
no podrá aprovechar esta oportunidad si no es capaz de buscar aliados fuera del
sector tanto en el mundo empresarial como el sindical “evolucionado”. Ese es,
precisamente, el RETO para afrontar el futuro pues el cooperativismo puede
tener mucho que aportar al necesario cambio de los modelos de gestión y de
negocio que se están produciendo, basados en la participación.
Post publicado el 9 de Diciembre de 2019 en FEVECTA
Post publicado el 9 de Diciembre de 2019 en FEVECTA
Acerca del
autor
Soy economista. Me
acerqué al cooperativismo, después de “aprender empresa trabajando”: fiscalidad
y contabilidad, economía valenciana y sindicalismo empresarial y económico. El
cooperativismo fue donde apliqué, durante una intensa década como gerente, lo
que había aprendido: gestión empresarial y economía valenciana. Siempre traté
de gestionar innovando, “el cambio era la regla”, para desarrollar el
cooperativismo de trabajo asociado intentando liderar la economía social y
mirando de reojo al sindicalismo, pues muchos cooperativistas procedían de ahí.
Por supuesto, abriéndose también a la sociedad en general. FEVECTA se vertebró
y consolidó en ese periodo (1987-1997), siendo ejemplo de innovación para las
cooperativas y la economía social. Nos abrimos a una Europa ilusionante que se
estaba creando, siendo pioneros en el desarrollo de proyectos europeos
innovadores. Desde la Dirección de INDOR, he seguido trabajando en la consultoría
de proyectos europeos y el asesoramiento estratégico, en ocasiones actuando
como Interim Manager. En el último año, participo en una incipiente plataforma,
con el objetivo de avanzar en el desarrollo de la participación y la democracia
económica en las empresas. Estoy cerrando el círculo con una vuelta a los
orígenes, en el momento en que muchas voces dicen que hay que “resetear” una
empresa de capital deshumanizada, para construir empresas más participativas e
inclusivas. Como siempre lo hago asomándome a nuevos horizontes, ahora pasan
por la Transformación Digital y la Economía Circular, que son Retos del Botànic II. Más información https://www.linkedin.com/in/antoniopalacian